miércoles, 25 de junio de 2008

Mr. Big

¡Cuánto daño ha hecho Sex & The City! Antes éramos muy pocas las sensibles, las rayadas, las difíciles, las muy fáciles, las histéricas, las pesadas, las que llaman y a las que nunca llaman. Después lo fueron todas.

Por suerte, hablar de Sex & The City por un tiempo estaba prohibido, era demasiado obvio, como era demasiado obvio llevar un modelazo y un taconazo, o aparecer como una frívola, una profesional, una cazamaridos o una putorra. Las que lo hacían eran unas wannabes tan evidentes, que ni siquiera molestaban. Ahora, con la peli todo vuelve.

Acabo de cenar con una amiga; una amiga treintañera, bastante mona, soltera, cómo no. Yo; perdido, bohemio, caradura y un poco marica. El restaurante; del restaurante mejor no hablar, un poco moderno. La conversación, una pérdida de tiempo.

Hemos hablado de lo bien que me siento siendo soltero, de mi incapacidad para entablar una relación formal. Hemos hablado de lo enganchada que está mi amiga a un capullo desde hace diez años. Él es rico, por supuesto. Luego me ha contado que el panorama está fatal, que el otro día fue a comer con un ex militar, que el ex militar, además de guapo era muy agradable, tanto que la comida se convirtió en merienda, y la merienda en cena; que llovía y que se fueron a casa; y que nada más cerrar la puerta, el ex militar se desnudó por completo delante de ella.

Ella no entendió que un chico, ex militar para más señas, después de nueve horas de charla, una vez en casa, se desnudara. Mi amiga pidió un taxi y se fue. Yo me lo hubiera follado. Lo peor de todo es que mientras ella me contaba la historia yo le envié un mensaje a Mr. Big. Espero que éste no sea el principio de la enésima temporada de No Me Jodas & The City.

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